Sus primeros pasos los da como tatuadora clandestina a finales de los 70 en Nueva York con muchísimo éxito. Después de la mano de Jean Paul Goude pasará a ilustrar revistas, libros, albumes... y ese amor por el material impreso le hará trabajar con su visión surrealista subversiva, deshonesta y burlona, sobre ilustraciones clásicas (Siglos XVII-XVIII) que transforma con exageración.
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