Dicen que los últimos
días de su corta vida Marga trabajaba de forma casi frenética, como si el arte sólo le sirviera para marcar
ritmo a pensamientos oscuros y dementes,
como planeando el suicidio al ritmo de su hiperactividad. Sin amor al arte,
solo pasión por el hombre.
Siempre había sido una
mujer intensa, pero ahora apenas dormía, apenas comía, se mantenía
prácticamente a base de café y té, pero nada calmaba la obsesión que tenía por
el Premio Nobel Juan Ramón Jiménez, que ya tenía por aquel entonces 51 años,
pero para ella que había vivido una formación frenética y acelerada tal vez era
el “prototipo” de hombre. Insistió 2 años declarándole su amor cada día,
entregándole cartas, dibujos, libros robados, visitando en su casa al
matrimonio… sin éxito.
Echando un vistazo a sus
fotos la verdad es que me cuesta imaginar a esta chica guapa, alta, delgada,
superdotada con un talento creativo excepcional enamorada de este hombre más
bien feo y soso, por muy premio Nobel que fuera, aunque parece que fue en su
juventud de esos que “ligan” sin dificultad, y ya se sabe que el que tuvo
retuvo. Juan Ramón Jiménez envejecía como un escritor de rutinas, intransigente,
maniático y solitario, más aún con el paso de los años. Vamos, que no podía
estar mejor, cuidado por una esposa entregada y culta y dejándose querer
entre halagado y fascinado, por una joven llena de vida, sin medir,
seguramente, que Marga terminaría con su vida de un tiro en la sien a causa de
este cortejo agotador. Bueno, la locura
de amor existe como un tipo de psicosis grave… o eso dicen los expertos.
La misma mañana, antes de matarse, el 28 de julio de
1932, dejó al escritor una carpeta
amarilla, que contenía entre otros documentos, su diario, y le pidió que no lo leyera hasta “más
adelante”. Más adelante Marga ya estaría muerta.
Habíamos llegado a las Rozas a las 9 y
1/2, después de buscarla en vano por Madrid. Estaba en la mesa de operaciones
de la Clínica de Urjencia Omnia. Un tiro en la cabeza, con la belleza no
destrozada, descompuesta. Su mano estaba caliente, latía su pulso. Sangre a
borbotones por la boca, la frente vendada de gasa. Una mirada ancha dilatada,
salida, pero ¿sin ver?
Está enterrada en la Rozas. Un
corralillo cuadrado con algunos cipreses. Fue llevada en hombros en su caja
blanca llena de rosas. El forense le hizo una autopsia de hora y media y cuando
salió llevaba el zapato de lona con sangre de Marga. Pasaban trenes por un
lado, coches por otro. La fosa tenía tres metros de honda. A las 8 le echaron
la primera tierra, con un ocaso amarillo miel tras el Guadarrama morado.
Si
pensaste al morir que ibas a ser bien recordada, no te equivocaste, Marga.
Acaso te recordaremos pocos, pero nuestro recuerdo te será fiel y firme. No te
olvidaremos, no te olvidaré nunca. Que hayas encontrado bajo la tierra el
descanso y el sueño, el gusto que no encontraste sobre la tierra. Descansa en
paz, en la paz que no supimos darte, Marga bien querida.
Juan Ramón Jiménez
NACER, VIVIR, CREAR, MORIR SIN RESPIRO
Marga Gil Roësset nació en 1908 en una familia
acomodada y culta, de origen francés por parte de madre además, una mentalidad
intelectual pero a la vez profundamente religiosa se respiraba en el hogar de
los Gil.
Marga y Consuelo (su hermana escritora) tenían
ya antecedentes de tías pintoras. Eran tiempos en los que las familias de
intelectuales con hijas prodigiosas eran habituales, puesto que, si había
medios, se las dotaba de muchos conocimientos para el mundo. Tiempos en los que
el ocio, las relaciones, la vida social, se vivía recibiendo y visitando, y
organizando en casa actividades artísticas (también casamientos y mangoneos
políticos, hay que decirlo). Esta tendencia de las familias con hijas cultas o
artistas termina con la llegada de la Guerra Civil, y la verdad es que no se ha
retomado hasta nuestros días.
Por problemas en el parto a Marga no le dieron mucho tiempo de vida y fueron los cuidados en brazos de su madre los que la sacaron adelante inesperadamente, tan adelante que fue una mujer sana que llegó a medir 1,80 m fibrosa, fuerte y viril (la escultura en piedra exige una forma física potente, y se la recuerda siempre con heridas en manos y cara), pero mentalmente estaba excesivamente estimulada, tal vez por el miedo de sus padres a que la vida no le durara demasiado. La “modernidad” en la formación de las mujeres y las artes no impedía que el mando en cuanto a tareas a realizar fueran marcadas por su padre por su condición de mujer, adolescente además, lo que le provoca mucha ansiedad a su carácter caprichoso e impulsivo
A los 7 años ya mostraba una habilidad
excepcional para el dibujo, es cierto que su madre la obligaba a dibujar a
cambio de la merienda, como veis se tomaban en serio esto de tener “hijas ilustradas”,
y a los 12 años ilustra el cuento de su
hermana El niño de oro, luego vendría Rose des Bois y Canciones de niños,
que ya se publicó después de su muerte, siempre bajo el influjo familiar. Hay
algunas teorías que aseguran que las ilustraciones
parecidas en 1933 en este último libro, son sospechosamente parecida a las
ilustraciones de El Principito, publicado años después, en 1943, unos dicen que porque Saint-Exupèry visitaba
mucho Madrid, otros que se debe a que el libro se publicó en Francia, y se lo
copiaron, pero no he encontrado ninguna prueba fiable. La verdad es que el
parecido, sobre todo expresando la soledad del niño, es muy grande.
Así que con una producción pequeña como
ilustradora, que va combinando con la escultura, se coloca en una vanguardia donde el
modernismo, el simbolismo, se imponía, siendo Marga Gil uno de los ejemplos más
singulares del expresionismo español. En los trabajos localizados se observa el
uso, sobre todo, de acuarelas y tintas chinas.
Para los 15 años ya tiene una trayectoria tan
firme que elige su especialidad: la escultural, es tan genial que algunos
profesores deciden dejarla seguir de manera autodidacta para no estropear su
intuición y estilo tan marcado. Con 20 años crea Maternidad una de sus obras más conocidas, y con 22 presenta Adán y Eva al Premio Nacional de
Escultura, asombrando a todo el mundo como se destaca en la prensa de la época.
“Yo siempre intento operar sobre mis esculturas de dentro afuera. Es decir, trato de esculpir más las ideas que las personas. Mis trabajos, en cuanto a la forma, podrán no ser muy clásicos; pero, por lo menos, llevan el esfuerzo de querer manifestar su interior.”
“Yo siempre intento operar sobre mis esculturas de dentro afuera. Es decir, trato de esculpir más las ideas que las personas. Mis trabajos, en cuanto a la forma, podrán no ser muy clásicos; pero, por lo menos, llevan el esfuerzo de querer manifestar su interior.”
La exigencia familiar continúa, el aprendizaje, la religión, el machismo, mal caldo de cultivo para una joven precoz, caprichosa, insegura e hipersensible atormentada en ocasiones por la transcendencia de sus obras, en tiempos de angustia creativa.
AMAR SIN RESPUESTA
En este estado emocional Marga conoce a Juan
Ramón Jiménez en un recital de ópera, y se enamora inmediatamente de él desde
el primer instante, como tiene que ser el amor amor, fascinada del hombre y del Premio Nobel. Para
estar cerca se ofrece a realizar un busto al matrimonio, comienza con Zenobia,
la esposa de Juan Ramón, para la que crea una de sus mejores obra por su
originalidad y calidad, Marga también sentía gran admiración por su modelo,
pero estaba impaciente por comenzar a esculpir a Juan Ramón, aunque, una vez
más las órdenes familiares, su padre le
ordenó dedicarse primero a las ilustraciones para Don Quijote que le habían
encargado.
Así se inicia una amistad con la pareja, a los que empieza a visitar, regada de declaraciones de amor de Marga en todos los formatos posibles, que terminaría en desesperación y una profunda amargura enajenada por no poder tener a aquel hombre complacido pero que contemplaba a la chica impulsiva y caprichosa desde su deseada soledad. La influencia familiar además es incansable, hasta el punto de que Juan Ramón y Zenobia le aconsejan buscar la libertad y nuevos conocimientos creativos en París, lejos de casa. Para el matrimonio Marga y su hermana solo son “las niñas”. Y desesperada, destructiva y amarga se da cuenta de que para el hombre nunca dará el paso de niña a mujer, ni se entregará a la pasión que ella pide a gritos.
Uno de los detonantes para poner fecha a su
muerte fue que Marga comentó al matrimonio que había decidido “marcharse” y la reacción de Juan Ramón, que cree que se
refiere a cambiar de ciudad y ampliar horizontes fue responder con un amable “Me
parece muy bien”. Esta falta de emoción ante su posible partida le confirma que
su amor nunca será correspondido.
UNA MUERTE ORGANIZADA
Antes de morir la verdad es que no perdió la
energía. Primero, como si fuera de
pronto consciente de que sus obras dedicadas a su amor nunca serían admiradas
por él ni por nadie, destruyó casi todos sus dibujos, fotos y esculturas, incluso
tuvo tiempo de ir reclamando aquellas piezas que no estaban en su poder en ese
momento a editoriales y galerías. En el año 2000 se realizó una exposición en
el Círculo de Bellas Artes de Madrid con piezas recuperadas y réplicas.
Después escribió cartas para todos, para su familia y para la mujer del poeta, se dirigió a casa de Juan Ramón pero Zenobia no pudo recibirla, dejo una carpeta amarilla y a él le dejó su diario exhaltado con 50 páginas de declaraciones de amor manuscritas.
Se fue a casa de su tío Eugenio y se disparó un tiro.
Juan Ramón, quedó realmente impresionado tras esta
muerte, sobre todo porque tenía tendencia a la depresión, y a esto se sumó poco
después la enfermedad de su esposa, pero
no tuvo reparos en intentar publicar
aquel Diario, sin respetar la intimidad de Marga, aunque no me ha chocado, el comportamiento
de Juan Ramón Jiménez egoísta y machista ya ha sido cuestionado respecto a su
mujer Zenobia Camprubí en algunas ocasiones.
Es en 2015 cuando se publica este Diario con el título de Marga.
Está
enterrada en Las Rozas, en el viejo cementerio pero no se sabe donde, porque en
la Guerra Civil cayó una bomba justamente sobre su tumba, como si la lápida
fuera la última de sus escultura pendiente de destrucción. En el fondo Marga
pensaba que nada valía de nada.
Una de las últimas
anotaciones que podemos encontrar en su diario de amor dice así:
“... Y es que... Ya no quiero vivir sin ti...
no... ya no quiero vivir sin ti... tú, como sí puedes vivir sin mí... debes
vivir sin mí...», «Mi amor es ¡infinito...... La muerte es... infinita... el
mar... es infinito... la soledad infinita... ... ... yo con ellos...
¡contigo!... Mañana tú ya sabes... yo... con lo infinito... lunes, noche»,
«Pero en la muerte, ya nada me separa de ti... solo la muerte... ... solo la
muerte, sola... y, es ya... vida ¡tanto más cerca así... ... muerte... cómo te
quiero”
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